Los «espartaquistas» —es decir, los que se rebelan— han irrumpido con ásperos modales en la sociedad pacata y cerrada de los pintores argentinos; su heterodoxia no reside, como es lo habitual, en ese inconformismo puramente formal decorado con gestos irracionales que tan gratamente acoge el público de «snobs» que pasea por la calle Florida. ¡Aquí no hay barbas, ni falsos desaliños, ni explosiones románticas, ni niños terribles! Hay otra cosa más seria y más profunda. Hay la decisión de reabrir las comunicaciones con la patrio grande, con el tiempo y el espacio. Son argentinos en América Latina, y emplean las lecciones de Europa solamente para forjar su propio idioma y para ahondar su propio universo, que es este universo carnal, humano y doloroso de un país crítico.
A los pintores de caballete y a los comentaristas pulcros, la pintura y las ideas de los espartaquistas, tan poco propicias ambas para las artes particulares de los «marchands», les suscita cierto incomodidad. Les aprieta la corbata, quizás, este enfrentamiento óptico que Carpani y sus amigos hacen de la vida cotidiana, a la que transfiguran y recrean con pasión. Les suena «político» este arte, y con eso quieren disminuirlo, como si la política no fuera la síntesis de todas las artes, así como las artes respiran por todos sus poros a la sociedad viva.
También se buscan inadecuadas analogías con el muralismo mexicano o brasileño: aquello está bien, porque está lejos, pero esto está mal porque está cerca. Este género de artistas y críticos que ya está sumido en plena decadencia ha concebido siempre a la Argentina como un arrabal de Buenos Aires, y a Buenos Aires como una sucursal de Europa. Lo próximo les resulta lejano, y lo ajeno, propio. Por esta razón, la vigorosa tentativa de Ricardo Carpani para encontrar en las formas una expresión que sea específicamente nuestra no implica una ruptura con la tradición artística europea, sino una síntesis entre aquello y el territorio histórico, las gentes, los conflictos y los sueños de América Latina. De suyo, esto significa una emancipación de las viejas tutelas, de las modas importadas y del espíritu estático de aquellos pintores y artistas que han vivido de espaldas a su tierra.
Ni «realismo socialista», ni hipnosis hacia los caprichos estéticos recién llegados, sino comprensión activa de lo propio para buscar por aquí las vías de lo universal, que constituye el impulso totalizador y genérico de todo gran arte. Tal es el designio que guía a Carpani en su obra, y que señala agudamente en el trabajo salido ahora a la luz. Estas páginas peleadoras interesarán a todos, a las artistas y a los obreros, a los críticos y a los escritores, a los estudiantes como al publico que busca en el arte la forma suprema de liberación, la catarsis griega o, si se prefiere, la exaltación redentora del hombre aplastado de este tiempo.
Del Prólogo de Juan Carlo Trejo
DESCARGAR http://www.izquierdanacional.org/documentos/pdf/SL-L005.pdf
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